Besayuname

Por: Alicia Ayala

Instagram. aliciacoopermx.       Twitter.    @aliciacoopermx

  ¿Cómo pudiste enredarte con él Elizabeth?

̶  Si lo supiera Ana, tal vez no me hubiera involucrado con aquél y ahora ya no sé qué voy a hacer.

̶  Debiste ignorarlo, eso debiste hacer.

̶  Lo ignore por más de 1 año, pero esa forma suya de acecharme sutilmente fue lo que me terminó por enredar, todos los días me saludaba muy amablemente con una sonrisa picarona, a decir verdad, no sé qué me llamaba más la atención de él, si aquellos ojos marrones o aquella barba tupida de bellos cafés.

̶  ¡Liz, a ti no te gustan los barbones, no digas estupideces!

̶  En ese entonces no lo sabía, pero su barba me gustaba, cuando mi mente entraba en el ocio me imaginaba esa barba rosando la piel de mi cuerpo y …

̶  ¡Calla, calla! No quiero escucharte, eres una asquerosa.

  ¿Acaso nunca has sentido deseo sobre otra persona?

̶  No.

̶ ¡Hay Ana! ¿Qué nunca te han dado ganas de darle un revolcón a alguien más?

̶  ¿Un revolcón?

̶  ¡Cogértelo pues!

̶  ¿Coger?

̶ ¡Hay Ana, tener sexo! que te lleven pues a la luna y te bajen las estrellas, que te hagan gritar de placer con un dedo, una lengua o con aquello que los hombres tienen entre las piernas.

̶ ¡Elizabeth!

̶  Eres una santurrona Ana.

̶  Entonces, ¿A una le pueden hacer todo eso los hombres? ¿Cómo?

̶  ¡Uf! Tendrías que vivirlo en piel propia

̶  Aún no sé cómo es que pudiste involucrarte con él, ni siquiera es guapo, ¿Liz? ¿Elizabeth? ¡Ash! Ya está ida.

̶  Aquella noche Ana, no pude soportarlo más, llevaba ya tiempo queriéndole aceptar aquel beso que siempre le negué, así que cuando me dijo que pasaría por mi ventana y que me lanzaría un beso, yo le conteste que lanzar besos era de cobardes, que los hombres de verdad tocan la puerta, se agarran los pantalones y se roban los besos.

̶  ¿Eso pasó?

̶  No, no obtuve respuesta, así que salí de mi casa y me metí en el coche, las horas empezaron a pasar y nunca llegó.

  La desilusión en tuya por creértelo.

̶  No hubo desilusión, cuando me dispuse a salir del auto sentí una mano tocar mi abdomen, después con fuerza me pego a la puerta del vehículo y me tapo la boca con la otra mano, al principio me dio mucho miedo, quería gritar, pero no lo hice, escuché su voz gruesa y áspera en mi oído derecho, “los cobardes no lanzan besos”  no logro explicar la satisfacción que me dio escuchar esa voz, de reojo alcance a ver que era él.

̶  ¿Qué pasó después?

̶  Mordisqueo mi oído sutilmente y fue bajando su mano hasta llegar a mi vientre, no sabía si detenerlo o dejar que siguiera, estábamos en plena calle y justo enfrente de mi casa, el cerebro me decía ¡basta! Elizabeth no es una cualquiera, pero la piel y mi sexo me gritaba más y a volumen más fuerte: “déjalo que continúe, las cualquieras no existen”

̶  En plena calle.

  No, me subió a su vieja Ducati, él se subió detrás de mí y condujimos por una hora hasta llegar a las afueras de la ciudad.

̶  En un motel, pensé que creías que el valor de una mujer se daba por la H que contenía la palabra del lugar a donde la llevaban.

̶ El lugar era lo menos que me importaba en ese momento, bien pudimos terminar dentro de mi auto y no me hubiera importado en absoluto. Entramos rápidamente al motel, yo me quede al pie de las escaleras mientras él pagaba por dos horas la habitación. Me tomo por la cintura y me giró abruptamente, me pegó a su cuerpo, subió lentamente su mano sobre mi espalda hasta llegar a mi cuello, yo esperé desesperadamente que sus labios tocarán los míos, fue inevitable que no lo notara, se notaba en mi respiración, pero me supe controlar y esperé a que sus deseos me sometieran.

̶ ¿Tú? Mujer que no se sobaja ni se deja dominar por nadie, dejaste que cualquiera te sometiera a deseos carnales, no entiendo.

̶ Yo tampoco lo entiendo, pero quería hacerlo, quería ceder por primera vez.

̶ Y luego.

̶ Apretujo mi nuca entre sus dedos y se me abalanzó en un abrupto beso, apretujo el costado de mis mandíbulas con cada una de sus manos, nuestras lenguas se abrazaron como dos conocidas amigas que se vuelven a encontrar, mordisqueo mis labios y los saboreo como un niño saborea un dulce, me tomo de las nalgas y de un jalón me subió hasta su cintura, yo enrede mis piernas a sus caderas como víbora en la rama de un árbol, subimos las escaleras, ni siquiera nos tomamos la molestia de cerrar la puerta. Me llevó directo a la pared del fondo de la habitación me giró de espaldas, me tomó con su mano derecha la quijada y echó hacia su hombro mi cabeza, desabrochó mi pantalón y bajó el cierre con la izquierda, metió su mano entre mis bragas y…

̶  ¿Qué?

̶  No sé si estas lista para esto Ana.

̶ ¿Qué? ¿Por qué? De que hablas, cuéntamelo, que yo no diré nada.

̶ Bueno, pues jugueteo ahí dentro como explorador con un tesoro, yo, rogaba porque no se detuviera, me abrió las piernas con un sutil golpe entre ellas, como si quisiera catearme, en tan solo once segundos logró robarme un tenue gemido que ni yo conocía, me dejo cabizbaja y sin defensas, metió sus manos debajo de mi blusa y jugueteo un rato con mis pechos, levantó con un solo movimiento mi blusa junto con mi bralette y las saco de mi cuerpo con un solo movimiento, lambio y chupeteo como niño pequeño mis senos y esa lengua juguetón termino dentro de mi sexo, logrando arrebatarme más de mil gemidos, al menos así lo sentí, después de asentarme por fin el deseo, era mi turno de robarle aquellos ruidos a él.

̶  ¿Cómo lo hiciste?

̶  Con mis pies logré quitarle todo lo que me estorbaba debajo de su cintura, tome su sexo y lo frote entre mi ser, no sabía que podría lograr llegar al éxtasis nuevamente, me monte como jinete en su caballo y cabalgamos juntos hasta que logré arrancarle aquello que ya me pertenecía, aun su peor cara me generaba cada vez más excitación, nos enredamos así todo el día en más de una ocasión y a intermitencias exquisitas, mis caderas querían quedarse prensadas con la suya y mi lengua quería hacerse nudo con la suya, no soltarnos por una eternidad aunque esa eternidad durara solo un minuto.

̶ ¿Y ahora qué vas hacer? ¿Lo volverás a ver?

̶  Esa es la cuestión, ¿tiene caso volverlo a ver?

̶ ¿Por qué?

̶  Me sentí astronauta cuando me llevo entre sus brazos, con el lenguaje de las manos leí en braille cada surco de su piel y de sus labios, quiero con el vivir bersos de pasión, pero no de aniversario. Ya está en mi lista de sueños cumplidos y en la de pecados compartidos, ya obtuve mi final feliz.

Deja un comentario